Dos estudiantes de la Universidad George Mason son los responsables de este invento.
Cuando propusieron su experimento como parte de un trabajo de clase sus compañeros no se fiaban. Pensaban que aquellos dos y su extravagante idea harían que todo el grupo suspendiera.
El artilugio usa ondas de baja frecuencia, que desplazan el oxígeno a su paso, de manera que se ahoga al fuego. Pero no sirve cualquier tipo de onda: los estudiantes se dieron cuenta de que los sonidos a los que estamos habituados solo conseguían que las llamas temblaran. Pero, una baja frecuencia de 30 a 60 Hz puede desplazar el oxígeno el tiempo necesario como para que el fuego se apague.
El aparato creado por estos dos estudiantes genera este tipo de sonidos, los amplifica y después los dirige hacia un punto específico.
Nueve kilos pesa este maravilloso invento. Y la apariencia se asemeja a un equipo propio de los Cazafantasmas.
En vez de fantasmas será fuego lo que hagan desaparecer estos dos estudiantes, que emplearon 600 dólares de su bolsillo para construir un ingenio al que ya le están buscando aplicaciones comerciales. El uso más sencillo que han pensado es en cocinas, para apagar llamaradas repentinas.
Article publié pour la première fois le 28/04/2015